ACTIVIDADES Y RECURSOS
Escribe: Lic. María del Carmen Maimone.
Actualización julio 2003
Una de las tareas del ECI consiste en formar a las personas que reúne la institución donde trabaja para que puedan evitar como subsanar la propagación de infecciones. Esta tarea la desarrolla en dos momentos: el que llamaremos capacitación en servicio, el cual consiste en la realización de la tarea de formación en el puesto de trabajo de la persona a quien va dirigida la formación. El que llamaremos capacitación fuera de servicio, que consiste en destinar un tiempo y espacio especial para reunir al personal con el objeto de desarrollar alguna de las temáticas involucradas en el control de infecciones.
En esta oportunidad nos centraremos en las actividades posibles para el desempeño de su rol en la capacitación fuera de servicio.
Seguramente las dos actividades más conocidas por usted son la exposición y la simulación de un caso a resolver.
Podríamos agregar una lista de actividades, pero nos parece más apropiado comenzar a pensar a qué llamamos actividad y para qué se realizan. La primer regla a tener en cuenta es que toda actividad de enseñanza debe estar pensada para que la realice su alumno (circunstancial). Así las actividades no se definen por las tareas que usted realiza, sino por las que realizan las personas que usted debe formar. En el ejemplo de la exposición, la actividad desarrollada por su audiencia es el escuchar, por ello es importante que cuando piense en una exposición como forma de tratamiento de algún tema, tenga en cuenta:
• El tiempo de tolerancia de quien escucha.
• El lenguaje que usará para ser comprendido.
• Información previa que posee su auditorio con respecto al tema.
• Soportes visuales o táctiles (según sea apropiado) que refuercen las vías de ingreso auditivas de la información.
Además de contemplar que cualquier actividad es definida desde su realización por parte de su alumnado, es necesario entonces, preguntarse si la actividad seleccionada es la más adecuada para que sus alumnos aprendan el contenido a abordar. Por ejemplo, si lo que usted desea es que el lavado de manos se realice correctamente, lo más adecuado será colocar a sus alumnos en la situación de lavarse las manos y mostrar la técnica lavándose usted las manos. El efecto no será el mismo que si elige para esta enseñanza un video donde se muestra la técnica de lavado de manos. Podríamos aplicar aquí el principio según el cual, lo que escucho lo olvido, lo que veo lo recuerdo, lo que hago lo sé.
Es cierto que todo aprendizaje no consiste en hacer cosas. También es necesario conocer los fundamentos teóricos ( las leyes, principios y conceptos que gobiernan su marco teórico) de las prácticas. Si bien esta información se obtiene de la bibliografía especializada, de la divulgación que realizan diversos especialistas en jornadas, congresos, conferencias o las cada vez más utilizadas páginas web; lo importante en estos casos es apuntar a la selección y organización de dicha información.
Con esto queremos decir que, lejos de considerar que cuando más información posean sus alumnos más preparados estarán para desempeñar sus tareas, la información debe poder conectarse significativamente a la experiencia de quien la recibe. Es necesario entonces, diferenciar los momentos en que una persona va en busca de una determinada información porque la necesita, de aquellos momentos en que es el docente (usted) quien sabe que la persona necesita de cierta información. En este último caso es donde se debe apelar a encontrar la significatividad para quien recibe la información. ¿Por qué incorporarla si hasta ahora no la necesité? Esa es la gran pregunta que tiene su alumno en la cabeza, aunque él no lo sepa. Su tarea consiste en dar una respuesta movilizadora: la información se debe convertir en una necesidad.
Los por qué de esta forma de proceder los iremos desarrollando en las próximas notas de la sección 1. Pero para adelantar algo, diremos que no existe aprendizaje que no sea adaptativo. Nuestro cerebro funciona seleccionando información útil del medio. Útil ¿para qué? Para sobrevivir. No almacena lo que no utiliza, lo que no le mejora su desempeño. Si en su institución da lo mismo lavarse las manos que no hacerlo o el cambio de conducta en este sentido no encuentra alguna motivación, sus esfuerzos para que el personal se lave las manos serán inútiles.
A partir de esta reflexión apuntaremos algo más sobre las actividades. Ellas están destinadas a que su alumno aprenda algún contenido y puede ser que se requiera más de una actividad para lograr que lo aprenda. Por ello es necesario preguntarse qué implica saber lo que usted desea enseñar, por ejemplo, lavarse correctamente las manos: implica ingreso de información conceptual, procedimental y actitudinal; usted debe definir cuáles específicamente, provocarían un mejor aprendizaje. Estas preguntas son las que se necesitan para diseñar la serie de actividades que sus alumnos realizarán, le darán las pautas para saber si es suficiente que el tema sea abordado en los momentos fuera de servicio o se deberá contemplar instancias dentro de servicio. Sabrá si es necesario sólo su intervención o requerirá de refuerzos institucionales y de recursos externos a su servicio para lograr el cambio necesario. ¿Cuenta usted con estos apoyos? Este tipo de reflexiones lo guiarán en la selección de contenidos a abordar y en la verificación del seguimiento de su estrategia*. Que lo urgente no tape lo importante.